La inteligencia artificial, la modificación de la especie humana, el cambio climático y la sostenibilidad, la nueva movilidad, la economía colaborativa, los nuevos patrones sociales, la alimentación global, los nuevos materiales, la exploración espacial y la gobernanza global, figuran entre dichos desafíos urgentes.
LLYC, consultoría global de comunicación y asuntos públicos ha publicado el estudio “10 retos sociales, tecnológicos y políticos de la humanidad: una visión regulatoria de la nueva normalidad”, en el que han analizado los diversos retos regulatorios que van a suponer los progresos científico-tecnológicos en curso en las próximas dos décadas.
El documento identifica los diez principales retos científicos y tecnológicos de los próximos años, así como las ventajas y los riesgos que comportan. Ofrece una visión a medio y largo plazo de los nuevos recursos que estarán a disposición de la humanidad en los próximos tiempos, así como alerta de la necesidad de que, sin demora, se adopten marcos regulatorios, ágiles, adecuados y globales.
Los retos, en concreto, son los siguientes: la inteligencia artificial, la modificación de la especie humana, el cambio climático y la sostenibilidad, la nueva movilidad, la economía colaborativa, los nuevos patrones sociales, la alimentación global, los nuevos materiales, la exploración espacial y la gobernanza global.
La inteligencia artificial
Cada día hay más sistemas de inteligencia artificial por todas partes, la legislación está claramente atrasada en este aspecto, y raramente adaptada a una nueva realidad tecnológica, siempre cambiante.
La combinación de la robótica con la inteligencia artificial está dando lugar a un salto cualitativo en la disciplina. Los robots del futuro próximo realizarán tareas manuales que sustituyan al ser humano, como servicios de restauración, limpieza doméstica, rescate en situaciones de emergencia o, incluso, uso militar. Gracias al avance de la IA, la profesión médica, el notariado, la conducción de vehículos o la representación política podrían dejar de ser tareas solo para humanos.
En general, la regulación del sector de la Inteligencia Artificial está aún en vías de desarrollo. La Comisión Europea, a través de las Directrices Éticas para una Inteligencia Artificial Fiable, impulsa que ésta sea lícita, ética y robusta en todo su desarrollo. Los principales retos regulatorios girarán en torno a la protección de los datos personales, ya que son la base de la inteligencia de los sistemas cognitivos; la (des)regulación de profesiones para que sean las máquinas o los sistemas digitales los que puedan ejercerlas, la singularidad tecnológica y la relación con la criptografía y la computación cuántica en el ámbito de la Defensa.
La modificación de la especie humana
En los últimos años, se han desarrollado biotecnologías que posibilitan la modificación de la especie humana a través de la manipulación del ADN –o ingeniería genética–. Estas tecnologías, el CRISPR-Cas9 y el CAR-T, hasta el momento, se han desarrollado con fines terapéuticos. El siguiente paso podría consistir en la modificación de la especie humana, pudiendo diseñarse elementos estéticos o funcionales. La creación de nuevos humanos mediante modificación genética, el transhumanismo, no ha avanzado por el momento por razones éticas y legales.
En el ámbito regulatorio, los debates deberían de tratar puntos como el uso de estas técnicas para fines terapéuticos, el diseño de nuevas especies vegetales y animales que permitan una mejora en la alimentación global, el diseño de nuevas especies vegetales y animales con otros fines diferentes a los alimentarios, la modificación de la especie humana con fines estéticos y, finalmente, la modificación de la especie humana con otros fines diferentes de los terapéuticos y estéticos.
El cambio climático y la sostenibilidad
El cambio climático y la sostenibilidad son retos globales, en el sentido de que las partículas contaminantes no conocen fronteras. Una política ambiental laxa de un determinado país, sin duda alguna, afecta directamente a los países de su entorno y, en el medio plazo, a todo el planeta. Por tanto, se deben implementar políticas medioambientales planetarias justas, con las que todos los países se comprometan para contribuir en la lucha por conservar el planeta en las mejores condiciones para la vida humana, estando sometidos, si no lo hacen, a un régimen sancionador eficaz. No obstante, como suele ocurrir con las decisiones de alto impacto social en toda sociedad, la percepción de un peligro no inminente e inconcreto en cuanto a sus consecuencias tangibles hace que las decisiones no se tomen con la fuerza o criterio que serían necesarias. Por ejemplo, la Covid-19 lo ha demostrado: gobiernos y población no atienden ni aceptan cambios estructurales y sistémicos hasta que el peligro es perceptible y evidente.
La nueva movilidad
En materia de movilidad están surgiendo múltiples iniciativas privadas que tratan de abordar este tema desde las diferentes ópticas que brinda la tecnología actual: redes sociales para una movilidad compartida, inteligencia artificial para una movilidad autónoma, nuevos materiales para una movilidad supersónica o avances en la sensórica y la aviónica para la movilidad aérea autónoma. Estas nuevas modalidades provocarán retos tributarios en relación con la economía colaborativa o el transporte supersónico transfronterizo; otros retos son de naturaleza política y de adscripción identitaria, y estarían provocados por la reducción efectiva del tiempo necesario para recorrer grandes distancias o retos regulatorios para ajustar las leyes y reglamentos de circulación, tanto a nivel de tráfico rodado como de tráfico aéreo, para su adaptación al vehículo autónomo.
La economía colaborativa
Las enormes posibilidades de expansión de la acción individual que proporcionan las redes de telecomunicaciones provocan un crecimiento de la economía colaborativa nunca visto. Los legisladores deberán promulgar normativas que regulen la economía colaborativa desde múltiples ópticas; en materia fiscal, en la protección del consumidor o en regular la competencia.
Cambios en los patrones sociales
El cambio que están originando las redes sociales en las estructuras de la sociedad ha hecho que las estructuras políticas, económicas y mercantiles hayan tenido que adaptarse a un nuevo tipo de sociedad. Por ejemplo, las redes sociales han posibilitado la economía colaborativa, han dotado de canales de retorno a los ciudadanos para comunicarse directamente con sus representantes políticos o han posibilitado la autoorganización de los ciudadanos por comunidades de interés para defender sus intereses o, simplemente, compartir experiencias con personas a las cuales antes era imposible acceder.
La regulación sobre la digitalización del comercio girará en torno al balance entre privacidad y calidad del servicio. Es decisión del individuo ceder o no información personal, pero lo legal podría proteger más al usuario.
La alimentación global
En relación a las múltiples opciones que brinda la ciencia para abordar el reto de la alimentación global, tal y como pasa en los otros ámbitos, existen diversos temas que tienen que ser tratados, desde un punto de vista legislativo, antes de su desarrollo definitivo. Entre estas opciones figuran la ingesta de insectos (no existe una regulación propia sobre la entomofagia), los transgénicos de segunda generación y la aplicación de la tecnología CRISPR-Cas9 para crearlos y la legislación para un uso más racional de los recursos hídricos en la agricultura.
Nuevos materiales
Dentro de los nuevos materiales estarían la impresión 3D, la nanotecnología, nuevos materiales, como el grafeno, o tejidos como las gasas inteligentes, la nanorrobótica y los nanodispositivos. Estos materiales entrañan retos regulatorios diversos y variados. Por ejemplo, la impresión 3D tiene dos aspectos a tener en cuenta la posible utilización de este instrumento para la fabricación de elementos vetados por la ley. El segundo reto es el tributario, dado que existen ciertos elementos sobre los cuales se han cargado tasas especiales, como por ejemplo las bolsas de plástico, que ahora el consumidor final podría llegar a fabricarse sin estar sometido al control del fiscal. En el caso de las nanotecnologías, estas entrañan ciertos riesgos, tanto para la salud humana como en relación al medio ambiente. Por tanto, procede establecer un marco regulatorio que determine y regule el alcance de los usos de estas tecnologías, en pro de la seguridad y protección de los usuarios.
La exploración espacial
El interés por la carrera espacial se ha reavivado y podemos prever que esta será una de las prioridades para las grandes potencias en los próximos diez años. Ante esta aceleración espacial, la humanidad tendrá que plantearse la elaboración de nuevos acuerdos y tratados internacionales para regularla. En primera instancia, se deberá crear, en los próximos años, una regulación internacional para la limpieza, conservación y protección del espacio exterior próximo en las órbitas bajas terrestres. Otro reto regulatorio en este contexto científico-tecnológico es la reedición y actualización de los tratados sobre el espacio exterior que se elaboraron y firmaron hace 60 años, ante la evidencia de las posibilidades que nos brinda la tecnología actual.
Hacia la gobernanza global
Ante desafíos como los planteados hasta aquí, la diplomacia ha de ser definitivamente global. Por ello, se van a tener que reconstruir o redefinir las arquitecturas de las instituciones supranacionales. De forma paralela, en los próximos años se va a asistir a un resurgimiento de la ciudad-estado, en detrimento del estado-nación. Se ha podido observar incipientemente esta tendencia en la gestión de la reciente crisis sociosanitaria por el Covid-19, en la que líderes locales de grandes ciudades como Madrid o Nueva York han reforzado su papel de gestor real en detrimento de un gobierno central en muchos casos superado.
El motivo de este proceso de refuerzo de la ciudad-estado estriba en que los problemas de escala planetaria no van a poder abordarse desde el estado-nación, sino desde las nuevas arquitecturas supranacionales, mientras que las particularidades de cada región van a poder gestionarse más eficientemente desde el ámbito local. En la gobernanza, tanto las ciudades-estado como las instituciones supranacionales minarán la importancia de lo nacional.