Fue materia de intenso debate en los medios de comunicación si la nueva década comenzó este año en 00 o si iniciará el próximo con 01, lo interesante es que esta disyuntiva binaria, surgió en las pequeñas pantallas de millones de usuarios que ni se han dado cuenta del salto cuántico, que por allá en el año 2010 un tipo con beetle negro y jeans desgarbados, provocó cuando de su bolsillo extrajo el último iPhone que fabricaría en vida.
Muchos creyeron que después de la muerte de Steve Jobs nada sería lo mismo, de hecho algunos todavía defienden esa tesis, pero lo cierto es que en un mundo con más de 22.000.000.000 de teléfonos inteligentes, la revolución que estos dispositivos han generado, en a lo menos una centena de mercados, es apabullante; comunicación (WhatsApp), comercio electrónico (Amazon), transporte (Uber), música (Spotify), entretención (Netflix), geolocalización (Waze) y un etcétera tan largo y macizo como sean las industrias y sus Apps a las que nos refiramos. Todo condensado en estas pequeñas superficies LCD o Amoled que transformaron, urbi et orbi, básicamente a toda la cultura humana en algo menos de dos décadas. Hoy, de rey a paje y de pre-púber a cuarta edad, hay un consenso bastante extendido que defiende las dificultades de vivir sin un smartphone.
Ya sea que asumamos estos devices como las extensiones más inverosímiles que MacLuhan pudo soñar, o la locura más estrafalaria de Mel Brooks (creador de Get Smart y su “zapatófono”), o la materialización más profética que Gene Roddenberry pudo concebir (creador de Star Trek y sus “communicator”), estos aparatitos vienen a encarnar la prótesis “neuromántica” más revolucionaria de la historia hasta ahora, transformando a su propio usuario en una especie de lamprea que se agita electrizada en sus redes digitales de ceros/ceros o ceros/unos, o en esos “smombies” que solo reaccionan a su video-lúdica de Candy Crush o Fortnite.
Así las cosas, el futuro es insospechado. Dentro de 10 años se proyecta que el número de smartphones crecerá a 50.000.000.000 (según datos de Strategy Analytics). Lo que antes era una ficción pueril de fin de semana, hoy es un complejo sistema de nanotecnología y creatividad bullente que ha percolado al interior más abisal de los temores humanos; en cuanto al significado de la libertad y el derecho a la privacidad en su más amplio espectro… ¿o usted no ha hecho búsquedas casuales de productos en sus teléfonos (algunos hablan de conversaciones con aparatos en reposo) y de la nada, minutos más tarde, comienzan a aparecer en su pantalla promociones personalizadas de las marcas correspondientes a las industrias exploradas? (o de las conversaciones sostenidas), como si toda la experiencia fuese parte de un capítulo de Black Mirror. El poder de la comunicación personal ha extrapolado al poder de las aplicaciones en los artefactos que permiten esta narrativa posmoderna.
Desde la praxis, los asistentes virtuales pudieran llegar a ser en el futuro lo más próximo a la inteligencia artificial en nuestros bolsillos, o quizás, ni siquiera ahí será necesario contener los chips; una conexión directa al cerebro, un circuito subdérmico (como Colin Farrel en el “Total Recall”, 2012) o una micro-pantalla incrustada en la córnea del ojo podría ser suficiente. El primer cyborg u hombre biónico estará ubicuamente comunicado.
Ni nos dimos cuenta, pero la máquina que surgía para reemplazar el medio oral con el que llevamos lidiando hace milenios, terminó convirtiéndose en un instrumento absoluto, una interfaz vital y convergente, esa que nos viste de información y ocio, pero que también es una Gargantúa moderna, una pantalla antropofágica que lo engulle todo.
ESCALA MACIMÉTRICA
¡Hurras y Vítores!
Para aquel que en estos tiempos, sigue prefiriendo levantarse de su silla, cruzar una calle y transmitir una palabra cara a cara. (No tengo nada en contra de los WhatsApp o mensajes grabados, pero a veces disocian ad náuseam).
Chapó
Para el ex directivo de Motorola, Martin Cooper,quien impresionado por William Shatner (Capitán James Kirk en Star Trek) y su “Communicator” decidió crear uno de verdad en 1973.
Okey… Aprobado
Para el Motorola DynaTAC 800x, que aunque en su época fue una revolución para la élite empresarial, con su cerca de 1 kilo de peso, una hora de duración (8 para cargarse), U$4.000 de precio y su monumental forma de “ladrillo”, hoy es de la era jurásica de los teléfonos.
Maometano, no more
Para las miles de aplicaciones que solucionan un par de problemas, dejan una docena sin resolver, y ocupan mucho espacio en la memoria del teléfono.
Sopa de Natre
Para los celulares de palo que a mediados de los 90 se vendían a $500 con el fin de que sus flamanten dueños ostentarán de un estatus que no poseían.
Tumor Yoda
Para la ralentización programada de baterías que Apple instaló en sus teléfonos hace 3 años, con el propósito de que estos fueran renovados con mayor rapidez. Todavía hay demandantes en compás de espera (¡Yo soy uno!).
Yogurt de Ajo
Para el tropel de encapuchados cibernéticos que se refocilan en el sexting, bullying o creación de malwares que transforman al smartphone en un arma peligrosa o de autosabotaje.
Por Maciel Campos /@anilparcam