No sé cuándo ni cómo pasó. Pero lo cierto es que de un día para otro amanecí entero amarillo PANTONE 13-0647 TCX.
Los síntomas comenzaron posiblemente un 18 de octubre, se hicieron evidentes un día de enero del año siguiente y se intensificaron cada día más hasta que una mañana de marzo, más que amarillo, amanecí de un intenso color naranjo claro PANTONE 130 C.
Pienso en el futuro inmediato. Avanzo por la ancha avenida del futuro cercano y me encuentro simultáneamente con tres letreros: CALLE SIN SALIDA, NO VIRAR IZQUIERDA, NO VIRAR DERECHA.
Estoy en tratamiento intensivo para tratar de salir de esta horrible enfermedad. He consultado a las Machis, a los homeópatas y a los alópatas. Recurro a los archivos siderales, a los horóscopos, a mi carta astral, y la respuesta es la misma: Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.
Avanzo un poco más y me sorprende otro letrero: NO VIRAR EN U.
¿Será que estamos en un camino sin retorno? ¿Será que esto no es la realidad sino sólo una pesadilla que desaparecerá cuando despierte? Me pellizco una y otra vez, pero los síntomas y las visiones siguen ahí. Enciendo la tele y parte de mis pesadillas se repiten noticia tras noticia. Recurro a Instagram, a Facebook y a Tik Tok, y todo es como en la canción de Silvio Rodriguez: “…la mato y aparece otra mayor”.
¿Cuándo se jodió todo? Preguntaría Vargas Llosa.
Y yo respondo: Quizás permanecer amarillo no es tan malo a pesar de todo. El amarillo es un color luminoso y optimista: El sol, la yema del huevo, los canarios, el cáliz de las margaritas, los pétalos de los crisantemos, el trigo, la miel, el pañuelo amarillo de las protestas, todos son inmensamente hermosos, optimistas y resplandecientes.
Quizás permanecer amarillo es como la luz al final del túnel. Es creer que existe una salida. Es pensar que todo no es blanco o negro. Ni siquiera gris. Ni siquiera amarillo. Quizás el futuro será más verde, o celeste, o magenta, o la suma de esos esperanzadores colores.
Es lo que quiero creer. Por muchas cosas, pero también por nuestra profesión. La publicidad ha sufrido transformaciones impresionantes en las últimas décadas. Y gracias a la creatividad y a las economías creativas (economía
naranja le dicen, el color más cercano al amarillo) ha sabido reinventarse, renovarse y transformarse más que Gregor Samsa, el personaje central de Franz Kafka en su novela Metamorfosis.
Pero todo tiene su espacio y sus límites. La publicidad existe bajo ciertas condiciones y desaparece en otras. Me gustaría que finalmente Chile sea una frazada que nos abrigue a todos, de materiales nobles y reciclables, con un diseño optimista más cercano al amarillo que al gris y que no se convierta como advertí en una columna anterior, en un patchwork de aspiraciones absurdas e imposibles, pegadas con débiles puntadas de hilo que abrigará por unos pocos días y no resistirá el frío ni a la lluvia que sin duda algún día volverá ,para cubrir la tierra de margaritas, maravillas, crisantemos, y flores de todos los colores.
Ese día quizás pediré como Juan Luis Guerra, “ay negra, búscate un catéter e inyéctame tu amor como insulina, y dame vitaminas de cariño, que me ha subido la bilirrubina”.
Mientras tanto, prefiero seguir así, con esta condición que me tiene entero amarillo.
Por Jaime Atria / Ilustración Roberto del Real