A estas alturas, el Plebiscito Constitucional ya está oleado y sacramentado.
Y lo que queda claro, es que su resultado definitivamente no es “gracias a” o “por culpa de” la Franja Electoral.
“Un enredo” dijo Eugenio García, uno de los principales artífices de la campaña del “NO”, cuando le preguntaron su opinión acerca de la Franja Publicitaria del Plebiscito.
Y es que a diferencia de la campaña del “NO”, la franja del plebiscito en ninguna de sus dos opciones tuvo un relato, una idea fuerza o un objetivo comunicacional que aglutinara las distintas ideas de personas, partidos e instituciones sociales y religiosas bajo un concepto central común. Por el contrario, fue una secuencia de testimonios y promesas individuales que no sumaban unas con otras.
Y de esto quiero liberar de culpas a las agencias y publicistas que estuvieron detrás de las ideas y ejecuciones, que en este caso son víctimas y no causantes del enredo.
Llevamos años aprendiendo y repitiendo que para que un producto sea exitoso debe tener un posicionamiento claro y centrarse en un solo beneficio, un solo concepto central, una sola idea de venta, independiente de que el producto tenga más beneficios que el Mentholatum.
La Franja fue la demostración empírica de que el hecho de que todas las manifestaciones terminen en la Plaza Italia, no significa que las aspiraciones y demandas de las personas sean las mismas.
Aquí cada persona, cada político, cada movimiento social y cada partido habló mirándose el ombligo sin pensar en el bien común. Una seguidilla de aspiraciones y deseos personales dichos como si fueran lo que todo el mundo estuviera deseando. Una representación audiovisual de lo polarizado que está el país y el mundo, que se expresa cada día en las redes sociales con una arrogancia y una falta de empatía que sólo parece existir cuando millones de personas se movilizan dando la sensación que sus derechos fueran los mismos, pero que al ser expresados individualmente, como se hizo evidente en la franja, lo que se demuestra es que cada persona ve el mundo desde el color de sus ojos y que lo que los separa es mucho más que lo que los une.
El gran mérito de la campaña del “NO” fue que a pesar de las diferencias de los partidos, personas e instituciones que participaron en ella, logró poner de acuerdo a los distintos protagonistas en un objetivo común, y centralizar la comunicación de tal manera que independiente de la forma y de los contenidos, su relato y su objetivo final era uno sólo: Terminar con la dictadura con las armas de la democracia.
La Franja en cambio, en vez de aglutinar los esfuerzos, los medios y los segundos para lograr una promesa en la que todos estuvieran de acuerdo, fue una ensalada en la que cada uno trató infructuosamente de plantar su bandera sin sumar ni importarle lo que decía el que precedía en los segundos anteriores, ni lo que diría inmediatamente el otro en los segundos posteriores.
Podemos culpar a la pandemia, a la cuarentena, a las dificultades de producción y movilidad de los difíciles momentos de este olvidable año 2020, pero la gran falla de la Franja del Plebiscito fue no haber centralizado la comunicación bajo el liderazgo de un comunicador, una agencia o una mesa de trabajo, que recogiendo las aspiraciones de los distintos grupos que apoyaban cualquiera de las dos opciones, hubiera diseñado una estrategia comunicacional común que unificara esas diferencias bajo un mismo concepto central.
Si la manera de dictar la Nueva Constitución será similar a la forma en que se realizó la Franja Electoral, el resultado de ésta más que una frazada que cubra los derechos y las aspiraciones de todo un país, será un “patchwork” de diferentes géneros y colores donde los distintos cuadraditos estarán mal cosidos entre sí y habrá que remendar constantemente, y cuya única ventaja será que no fue escrita en dictadura.
29 de Septiembre de 2020.
Por Jaime Atria / Ilustración Roberto del Real