Hay un silencio sepulcral en los cuadernos y croqueras, para qué hablar de los pasillos de librerías donde venden útiles para darle vida a todas las locuras que nos plazcan.
Cada vez veo menos ADN análogo. ¿Será sólo un recuerdo romántico que tengo?
Somos fanáticos del arte callejero, y lo que menos nos enseñan y practicamos, es arte callejero.
Levantamos el puño por ese arte que es para todos, no sólo para algunos,
pero cuando podemos, no lo hacemos.
¡Los recolectores de cachureos!
Esos que soñaban y vivían para armar algo nuevo, choro e inexistente, ya cada vez se ven menos.
Estamos cegados por la luz brillante del computador y del celular.
¿Armemos una máquina del tiempo?
Volvamos a disfrutar de ese tazón que era para el café, pero que ahora está lleno de lápices y pinceles usados.
¿Qué te parece si volvemos a la mesa con reglas,
pedazos de telas, escuadras, pantoneras, cuenta hilos, pistolas de silicona, planchas de cortes, témperas mal cerradas y todo eso?
Armemos un una rebelión, ¡no! una región creativa donde respetemos y aplaudamos de pie al que pinta de colores las plazas, y pifiemos al que raya el metro, o la muralla blanca de esa casa donde viven los viejitos del barrio.
Eso no es arte cabrito, no transmites nada, salvo que necesitas ver tu chapa en todos lados para sentirte alguien, algo.
El arte amigo mío es algo que me transmite sensaciones, es detectar realidades y hace jugar al alma, al corazón, la mente.
Es algo que se presta para la interpretación del que lo ve, algo que identifica y deja soñar, no es tu imitación barata del Bronx. Si pintas, ¡que sea para todos! No para algunos.
¡Sí! estoy indignado y con más veneno que lengua de señora copuchenta.
Me molesta la incapacidad de la generación de plástico, esa que sólo vive de google para resolver todas las dudas. Melancólicas y tristes se ven las bibliotecas públicas.
¿Qué les parece si armamos una máquina del tiempo y volvemos al taller con olor a pintura?
Qué lindos tiempos.
Este texto se lo dedico al que tiene las manos pintadas. Al que tiene la polera rajada porque se le enganchó en un alambre mientras hacía una instalación, y no porque se la compró en HYM a 30 lucas. Al que no para de toser porque tiene los pulmones llenos de componentes del spray,
y no al que fuma hierva porque “es de creativo hacerlo”.
Este texto va al que tiene cuero de chancho en las rodillas porque limpia el suelo día a día,
y no al que tiene rodillas gastadas por conseguir un buen cargo.
Manifiesto mi indignación porque compramos poleras que dicen “hand made”,
pero vienen estampadas desde China y no fuimos capaces de hacerla nosotros mismos.
Manifiesto mi indignación porque cada vez siento más miedo de que nuestro cerebro,
nuestra imaginación, nuestra creatividad, nuestra vida… pierda la batalla con lo fácil.
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Sólo me quedo con algo después de todo este vómito pseudo crítico.
Que son muchos los que quieren vivir de lo simple y rápido. Pero no somos todos.
Y sí, esto primero lo escribí en mi cuaderno y después lo pasé a word. (y disculpen si ofendía alguien).
Por Nicolás Landauro Constanzo / BBDO Chile.
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