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Querido Director

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Querido director:

Uno de los momentos que más me gusta del mundillo de la publicidad, es el revisor general de la propuesta antes de la presentación frente cliente.
Y es que esas “pasadas con público” están llenas de emociones, incertidumbres, nervios y adrenalina. Pero las ganas indomables de presentar ahora ya y dejar la cagá, supera todo lo que te mencioné anteriormente.

Después de escuchar el copiar y pegar… perdón, después de escuchar el reporte de la gente de medios, el social media y el benchmark de cuentas, nos toca a nosotros. A los creativos nos toca presentar “el volón” que nos pidieron.
Pasado los minutos y después de presentar astronautas, cometas, naves espaciales, música de compañía y cuanta locura que en nuestras cabezas se veían hermosas, renace desde el infierno una frase que odiamos, esa que tanto dolor de alma nos genera, esa que dice algo como “mira, si pienso como el cliente creo que…”. Aquí me quiero detener un poco, y no es que quiera generar mal entendidos con mis grandes amigos de otras áreas, porque el respeto y admiración es brutal. Pero no. No, no, no, el famoso “pienso como cliente…” es lo que no queremos escuchar, es lo que no nos permite seguir avanzando en un sello realmente diferenciado como creativos, es lo que no nos deja jugar tranquilos, esa frase para que la entiendas mejor, es tan desagradable como la vieja del pasaje que no devuelve la pelota cuando cae en su patio. Esa frase es la que podría hacer que marcas como Escudo se vayan con creativos argentinos.

Siempre, siempre es bueno que alguien nos acerque a la visión crítica que tienen la contraparte, siempre, lo juro. Pero eso no implica que seas “del otro equipo”. Yo soy el 10, tú 11. Yo tomo la pelota y tú debes estar picando para que sea un golazo. Como la jugada del Coto Sierra y el Matador Salas en Wembley.

Querido director.

También entiendo y asumo que hay un nuevo desafío en mi vida como creativo. Convencerte y darte la tranquilidad de que nuestra idea es lo que nos hará ganar la cuenta o que al menos quedemos tranquilos y satisfechos con lo que presentamos.
Pero debe haber un cambio de chip por tu parte también. Necesito que digas ahora “mira, si pienso como creativo creo que…”. Porque Salas, antes de pensar como delantero en ese golazo, pensó como el Coto y sabía donde pondría la pelota.

Querido director.

Te pido disculpas por ser soñador y por tener esas ganas incansables de romper los esquemas de la publicidad de nuestro flacuchento país.
Te pido disculpas por no leer el brief que con tanto amor, cariño y pasión aterrizas para nosotros. Pero no me sirve un word, me sirve más un cafecito y que me hables de lo que viste y escuchaste en la reunión, yo tomaré apuntes, yo veré lo que me sirve para sacar ese concepto creativo que tanto quieres escuchar. Pero dímelo bonito!

Te pido disculpas por todos los errores cometidos en los procesos, pero no soy de procesos, no me criaron así. Prometo mejorar, en serio.
Te pido disculpas por las mil y un vueltas que me doy en la agencia, sé que las odias, pero no puedo estar sentado, necesito salir, caminar, reír, conversar, tomar café, ir a comprar mi muffin diario, escuchar música, sentarme solo, sentarme acompañado, sacar fotos, pararme y conversar con gente de otra área, sentarme y volver a pararme.
Te pido disculpas por rayar el ventanal de la sala de reuniones, pero la pizarra me quedó chica.
Te pido disculpas por querer ser un creativo de esos que sacan un truco desde el sombrero cada vez que presenta.
Te pido disculpas por improvisar en cada reunión.
Te pido disculpas por llegar sobre la hora con cada presentación.
Te pido disculpas por quizás no trabajar como tu necesitas.
Te pido disculpas por los astronautas, naves espaciales y planetas que no existen.

Pero somos así, podemos cambiar y queremos hacerlo, pero es lento, a veces más de que lo que quisiéramos. Es nuestro mea culpa, culpa asumida.

Disculpa por las decepciones, por las rabias gratis, por los sustos, por los pre-infartos, la migraña diaria, por no dejarte tener vacaciones tranquilo, por no darte esa paz interior que quieres y necesitas, por tenerte casi pelado o a veces con los pelos para todos lados.
Por hacerte trabajar el doble muchas veces. Por cada dolor de estómago, por hacerte improvisar con el cliente cuando hablan de tiempos de entrega. Te pido disculpas.

Querido director.

Cambiaré, promesa, pero te pido un favor.
Cree en nuestros astronautas y naves espaciales porque nadie creía en ellos, pero recuerda que hace años ellos mismos llegaron a la luna, llegaron donde nunca nadie más llegó.
Si crees en ellos, creerás en nosotros.