Estaba escribiendo el mejor guión de mi vida, pero la verdad es que por millones de factores no alcancé a terminarlo. Muchos errores, muchas cosas que no me (nos) convencían. Cuestionamientos, frases, personajes. El relato como tal cambió mucho en el camino, ya no era cómodo sentarme ahí noche a noche a tratar de mejorar lo que había hecho en el día, o quizás enmendar lo que no hice en el momento que correspondía. Era obvio que ni al relato como tal ni a mi, nos acomodaba esta nueva realidad.
-Es algo que hago todos los días, ¿cómo me va a costar tanto?. Años ensayando y soy incapaz de hacer algo decente- decía en mis conversaciones privadas con mis audífonos y mis amadas largas caminatas.
Juro que siempre quise mejorar ese texto, pues estaba por sobre otras prioridades que tenía, pero ni el café, ni los estímulos visuales que me rodeaban en ese momento me servían. Era extraño, pero por primera vez sentí que no había caso, nada salía, nada fluía, todas aquellas linda palabras que pudieron salvar el texto desaparecieron como si nada. Pero tampoco sentía que el texto me regalaba pistas, señales o chispazos para salvar todo el camino recorrido, que rabia, que impotencia, que dolor de alma. Desgaste natural se llama, le llaman, le llamamos.
A pesar de eso, siempre quise seguir escribiendo, sentía que algo más se podía hacer. Formal y públicamente te pido disculpas.
Un día, en una confusión terrible creo pasé a llevar ese documento que tenía como nombre EC.doc y se me fue a la papelera, o quizás el mismo archivo se quiso ir, no sé, el destino muy es sabio. Mientras marcaba los documentos para eliminar del escritorio, EC.doc se corrió un poco, se aferró firmante al grupo de eliminados y listo, se fue, se quiso ir, lo dejé ir. Como soy obsesivo, al segundo apreté “vaciar papelera”. En el momento obvio que no me di cuenta, hasta que quise retomar el tema, pero ya era tarde, el archivo ya no estaba, por error lo borré, se borró, ya no estaba en mis manos.
No sé si pueda o quiera replicar lo que escribí en una primera instancia. Obvio que hay textos y variables que me aprendí de memoria con el tiempo, son parte de mi vida, son momentos sagrados, pero siento que ya no es lo mismo, siento que si lo escribo tal cual lo recuerdo, volverá a pasar lo mismo y no, no quiero pasar nuevamente por eso.
Ya está, me retiré de ese tipo de guiones, al menos hoy no tengo intención de escribir otro, no me nace, no me motiva. Nunca le dediqué el tiempo y cuidado que se merecía realmente y aprendí la lección (espero), esto era mucho más que un simple guión, era parte de mi diario vivir, de mi corazón, de mi vida completa. Si me vieras ahora, si me vieras ahora.
Así comienza mi relato, historia real, sin texto barroco, sin adornos, sólo honestidad. Quiero relatar la importancia de sentir conexión, respeto y cariño por lo que uno hace, por ese “algo” que nos genera algo especial y espacial.
Este es un relato corto, sólo hablaré de lo que veo y de la inseguridad que me genera una nueva generación reactiva, sin propuesta, sin hambre de ser una máquina destructiva de la creatividad. Generaciones que recorren kilómetros y kilómetros sin llevar a flor de piel el miedo de no llegar con una idea que volverá loco al cliente. No, no veo ese miedo, hoy es “veo un par de comerciales de referencia y listo”. Que asco me da, es eficaz, pero que asco, en serio.
¿Quién cuestiona la opinión del corazón?
Hace muy poco vi en las noticias que un grupo de animalistas entró a un laboratorio para liberar ratones. Al hacerlo, estos murieron casi de forma inmediata, ya que no estaban en un ecosistema apropiado, estos ratones no eran nativos de la calle y por eso no supieron como sobrevivir. Osea, irónicamente los animalistas, “mataron” a estos animales. Obvio que no se cuestiona el tema de buenas intenciones, pero este es el claro ejemplo de que “el hacer”, superó el razonamiento y el conocimiento del contexto. Claramente nadie dijo ¿Qué pasará cuando los liberemos?. Claramente nadie investigó, nadie cuestionó una opinión del corazón. En buen chileno, la weá era liberar al animal, lo que pase después no es tema nuestro. Un fiasco.
Esta semana estuve en búsqueda de una nueva directora de arte, y la verdad es que el copypaste de respuestas es impresionante. “Yo vengo a aprender” escuché al menos 5 veces en todas las entrevistas que hicimos. Y no es que no vengas a aprender, porque sí o sí lo harás, (un día sin aprender algo nuevo, para mi es un fracaso total) pero yo necesito que me vengas a enseñar, si estoy contratando a alguien, es porque esa persona sabe más que yo. Necesito que seas mi educadora, mi crítica, mi contraparte. Yo necesito gente que me diga “no” cuando sea necesario, con argumentos válidos y con respeto por supuesto, pero basta de productores creativos no pensantes que no le dedican tiempo, ni cariño a lo que están haciendo. Que no les pase lo que a mi me pasó con ese guión, que hasta el día de hoy me duele.
Veo un desgaste emocional, veo un futuro gris como el pavimento hirviendo de Santiago de Chile. Veo ejecuciones perfectas pero propuestas conceptuales o creativas poco claras. Veo gente que se rinde de manera muy simple, que si no les gusta algo, patalean hasta que les cambian el formato. Peor aún aquellos que lo permiten, porque ese, es el peor daño que le pueden hacer a ese pobre niño. Cuenta hasta 10 Landauro, cuenta hasta 10. Pasa en la academia, pasa en la industria, pasa en las mejores familias. Lo sé, lo veo, lo escucho.
¿Cómo me atrevería a cuestionar la opinión del corazón?
No quiero decir que yo soy un caso de éxito, para nada, porque la verdad es que replico muchas cosas que veo y estudio de otros creativos, pero por ejemplo en mi equipo la firma del mail no representa en nada lo que hace cada uno realmente. Mi Social Media con conocimiento, autoridad y liderazgo, opina y hace comentarios constructivos de piezas gráficas que sacan nuestras artes y obvio que ellas deben aceptarlas porque es otra mirada, es otro punto de vista y eso es rico en conocimiento. Mis artes redactan conceptos creativos que les permite mejorar la mano creativa y también opinan sobre textos que vienen de la SM.
Para 2 marcas que trabajamos, quedó absolutamente prohibido bajar imágenes del Google, no, ahora deben ser imágenes creadas por ellas mismas, un buen montaje fotográfico y así vamos avanzando. Están prohibidas las ambigüedades aquí, mi redactor es de los vieja escuela, de los que dibuja, pinta, saca hojas, las arruga, las “chutea”, vuelva a dibujar, vuelve a pintar, saca la foto y la manda por correo para explicarle la idea al arte. Y así voy intentando hacer que cada uno de los que trabaja conmigo sepa que al igual que en una relación, la rutina de siempre hacer lo mismo, es lo que aburre, es lo que mata, es lo que no te deja terminar ese fokin guión.
Escucho y veo cuando pinponean sin la necesidad que yo intervenga. Veo como avanzan sin mi, y no me asusta para nada que lo sigan haciendo, porque quiero que sean mejor que yo y también porque el día que por “x” motivo yo no esté, todo seguirá igual o mejor. Eso, me da tranquilidad, paz.
¿Cómo me atrevería a cuestionar la opinión del corazón si creo en el romance entre uno y lo que uno hace?. Trato de cuidar sagradamente mi obra y lo que heredará. La obra es el reflejo de la vida y todo lo que implica. Soy de los que guarda todas las croqueras, porque son bitácoras de vida, contenedores de ideas, de sueños, de recuerdos, momentos, conocimientos, personas y millones de cosas más. Es una línea de crecimiento infinita.
Miro la primera idea que anoté en Noviembre del 2016 cuando llegué a la agencia y miro los apuntes de ahora y sí, es una fotografía perfecta de mi crecimiento profesional/emocional. Un creativo, independiente del sector cual trabaje, debe ser un romántico. Pero veo una comunidad romántica destruida por el crecimiento de edificios que no hacen nada más que tapar el sol y privarnos de los rayos que nos hacen sentir como en casa.
Es una comunidad asesinada por el brief, es una comunidad descuartizada por el fee mensual o el presupuesto con 7 u 8 dígitos. Me asusta no ver crecer los montones de cuadernos con apuntes e ideas locas que nacen, crecen y mueren por ahí. Me asusta ver como virales tan simpáticos y hecho a punta de esfuerzo y amor fueron cayendo en las manos de estos gigantes orcos llamados marcas, marcas que como un buque pesquero arrasa con toda la fauna marítima. Me asusta que un youtuber que tanto nos hacía reír con sus tormentosas e incombustibles imbecilidades, ahora es rostro de una marca retail. ¿Qué pasó, cuantos años dormí, cuántos siglos pasaron?. Bien, es lo que hay, es lo que se lleva hoy, es lo que el mercado demanda.
Creativos, de corazón desgarrado y lleno de espinas, les pido que no dejen de pintar, no dejen de escribir, no dejen de observar y escuchar, no dejen de escuchar las palabras que brotan de las murallas de la ciudad de turno, no dejen de ver como no caen las hojas en verano, no dejen de ver como no brilla el sol en invierno, no dejen de tocar guitarra imaginaria, no dejen de pegarle a la botella de Coca Cola con las rodillas, no dejen de tararear música cuando caminan o van en el metro, no dejen de inventar inglés cada vez que suena un buen tema en ese concierto que hizo que te endeudaras por al menos 12 meses, no dejen de maquetar sueños, no dejen de leer, no dejen de ser románticos con lo que están haciendo, no dejen que nadie ensucie lo que ustedes realmente quieren hacer, creer y amar. La vida debe ser simple, como el pan de un obrero. La vida debe ser simple, como ese tecito que compramos a las 6 de la mañana en un vasito de plumavit.
¿Saben cómo me doy cuenta cuando una persona tiene muerta el alma de creativo romántico?. Cuando desesperadamente quiere que llegue el viernes.
Por: Nicolás Landauro