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El Cruiseover del futuro 

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Auguro que con o sin pandemia (la actual o alguna otra de nueva cepa), en menos de 10 o 15 años seremos testigos, en pantalla IMAX o streaming, de como Superman, Batman, Spider-man, Iron Man, Green Lantern… Bien revueltos, se unen en su lucha contra algún enemigo estratosféricamente poderoso, o en última instancia, se pelearán entre ellos para luego reconciliarse con amor eterno. Todo, en una sola película, de dos, tres o cuatro horas de duración, fruto de la alianza de Marvel Studios, Disney Pictures, DC Films, Warner Bros y HBO+, y nada más y nada menos que con Christopher Reeve en el rol del Hombre de Acero, Michael Keaton como Batman, tal vez Tom Holland como Peter Parker (siempre y cuando Garfield o Maguire resuelvan bien ese rollo del multiverso arácnido que se viene), por supuesto Robert Downey Jr. en su indiscutible rol de Tony Stark y batatazo final, Tom Cruise como Green Lantern; todos ellos en un recocido ingente de 500 o 550 millones de dólares (quizás sobre 600) que enloquecerá a todas la tribus de fans de varias generaciones en el mundo entero. Una super-ultra-mega-archi-producción que romperá todos los récords y a lo menos cuadruplicará sus ganancias. ¿Estaré en mis cabales? ¡Por supuesto que sí! Lo cierto, es que técnicamente hoy podría producirse un megalodón como este, pero para mejorar aspectos que podrían ser irrisorios, como el bigote mal borrado de Superman en “Justice League” de Joss Whedon, o en el entendido de tener que completar antes el ciclo de secuelas, precuelas, sobrecuelas e intracuelas prospectadas por las “Majors”, lo más probable es que haya que esperar una década o más para refocilarse en tan exorbitante experiencia. Huelga decir, que aspectos contractuales con los herederos de estrellas fallecidas (Reeve) y otros ya entrados en años (Keaton), va a ser un quebradero de cabeza para los abogados y el copyright, pero nada que un buen fajo de dólares de alta denominación no pueda subsanar. Para desmedro de producciones más modestas que tendrán que conformarse con las migajas, las elásticas fauces del mainstream se voltearán sobre sí mismas para mascar cuanto obstáculo aparezca sobre sus talones.

Desde hace años estamos siendo bombardeados por universos, multiversos, joint ventures, asociaciones, ligas y teams que mezclan alienígenas, súperhumanos, híbridos, seres mitológicos, cyborgs y hasta animales que hablan, con el fin de obtener un resultado innovador y volarles la cabeza a un público, y digámoslo de una buena vez: muy poco exigente con la “entretención”.

Pero volvamos un paso atrás, ¿cómo será esto de ver a Christopher Reeve colocarse la capa de nuevo? Fácil. La tecnología de inteligencia artificial y aprendizaje automático cada vez se perfecciona con mejores resultados. Desde hace un tiempo el usuario de Tiktok

@deeptomcruise viene emulando al agente Ethan Hunt en una serie de videos con este tipo de tecnología, los que hoy se enmarcan en el catálogo de los denominados “Deepfake”.

Quizás todo bien, en cuanto a los sorprendentes resultados digitales de traer a la vida a actores que hace años están cubiertos por una frazada de pasto (ya se han emitido publicidades con Salvador Dalí o Lola Flores con estos softwares de última generación), pero lo que resulta espeluznante, es que este tipo de algoritmo artificial aprende de sus propios errores y perfecciona el resultado hasta el ad infinitum. En otras palabras, en el futuro, la reproducción de una cara, voz y actuación de una estrella ¡podría ser mejor que la del propio actor original! Visto así, ¿que podría garantizar más adelante que una imagen o pequeña película se corresponda con la realidad?

Avizoro entonces, algún sello o huella en el material digitalizado, algún tipo de encriptación sofisticada que… de todas formas podría ser vulnerable por algún súper-cerebro de 15 o 16 años en el futuro. Resultado, la posibilidad de terminar culpando a un inocente por un crimen que no cometió (tal como ocurre en “Minority Report” de 2002 con el propio Cruise de protagonista). Como lo he dicho en otras ocasiones: la realidad, una y otra vez, superando a la ficción.

ESCALA MACIMÉTRICA:  (En esta ocasión solo para Tom Cruise)

¡Hurras y Vítores!: 

Para un actor que en el umbral de los 60 años, colocado frente a frente con quienes han sido sus coestrellas femeninas… parece un mozalbete. (No haré aquí la odiosa comparación con Kelly McGillis).

Chapó: 

Para un actor que se irá al espacio este 2021 a filmar por primera vez con verdadera gravedad cero en la ISS, gracias al gentil auspicio de SpaceX. Ya veremos si Elon Musk no le quita protagonismo.

Okey… Aprobado: 

Para un actor que no usa dobles de riesgo, y prefiere el mismo colgarse de un avión, saltar en paracaídas o cruzar en moto un acantilado, antes de usar un chroma key o que le peguen su cara digitalmente a un stuntman. De muestra, véanlo romperse un tobillo saltando de un edificio a otro en Misión Imposible 6 (1:34:33 min. del film).

Maometano, no more: 

Para un actor que profirió senda reprimenda (incluidos como 150 garabatos) a su equipo en plena filmación de “Misión Imposible 7” por no usar mascarillas.

Sopa de Natre:

Para un actor que rechazó papeles como el de Bud Fox en “Wall Strett” (Oliver Stone – 1987), Edward Scissorhands (Tim Burton – 1990), Benjamín Button (David Fincher – 2008) y por supuesto al mismísimo Tony Stark (Jon Favreau – mismo año).

Tumor Yoda: 

Para la iglesia de la cienciología que, quiéralo o no, terminó siendo una especie de hecatombe durante algunos años en la carrera de Cruise.

Yogurt de Ajo: 

Para un actor que en un acto de locura extrema el año 2005 se puso a saltar encima de los sillones de Oprah Winfrey y por poco la aplasta zarandeándola (búsquelo en YouTube). Todo por su inmenso amor a Katie Holmes, con la que se divorció años más tarde. Tal vez

@deeptomcruise siga declarándole su amor.

Por Maciel Campos / @anilparcam