Sin firmar un documento, sin mediar un previo aviso, sin decir agua va y sin usar la máquina del tiempo, de un día para otro fuimos todos arrastrados al futuro.
Aquello que los grandes intelectuales, tecnócratas, computines y científicos auguraban para tres, cinco o diez años más, se nos vino encima no por decreto presidencial ni porque hubiésemos estado preparados para ello. De un día para otro aquellos que se levantaban cada día a las cinco y media de la mañana para tomar el metro y llegar puntualmente a su oficina, y sus jefes que subían a su Audi para llegar a su despacho se encontraron encerrados en sus casas trabajando a distancia. Y los restaurantes se convirtieron al Delivery. Y los museos en paseos virtuales. Y las universidades y colegios cambiaron su metodología presencial por online. Y las reuniones de oficina mutaron a Zoom, Team, Skipe, streaming o whatsapp. Y el pizarrón se cambió por Blackboard. Y las grandes tiendas y los pequeños negocios, y los supermercados y el almacén del barrio, y los hospitales y las farmacias encontraron en Internet la forma de seguir subsistiendo.
De un día para otro, nos encontramos en el ensayo general de lo que muchos auguraban para algunos años más. A lo que Andrés Oppenheimmer adelantó en su libro “Sálvese quien Pueda” y muchos otros antes que él comunicaron en conferencias, columnas de opinión y sesudos ensayos.
Recuerdo cuando a fines de los noventa nos encontramos en la sala de reuniones con un extraño aparato triangular, como un pequeño ovni o un dron y se nos comunicó que de ahí en más, muchas de las reuniones con los clientes serían por esa vía. Palidecí de la misma forma como lo hice el día que me instalaron una máquina de escribir en circunstancias de que me gustaba, y todavía me gusta el lápiz y el cuaderno. Afortunadamente el triangulito no funcionó por la pésima señal y porque dichas reuniones no lograron reemplazar las reuniones presenciales. Pero a poco andar llegó la brillante idea de reemplazar las reuniones con clientes y con los directores internacionales por reuniones virtuales: una gran pantalla a un extremo de la mesa de reuniones conectada con una pantalla similar en las oficinas de Miami, Entel o Falabella. Significaría el fin de nuestros anhelados viajes a la presentación de campañas a Chicago, Miami, Buenos Aires, Sao Paulo o Sanhattan.
Agradezco a la pésima señal de aquellos años no haber bajado mis millas de vuelo y seguir ampliando mis recorridos por el mundo.
Mu..bu..s as, que..mos.. cutir la.. mpaña que..mos… cibid..yer nla…rde…rque ten…mos al…nas..das que nos …tarí…clarar…
Así más o menos eran los diálogos en aquellas reuniones en las que la imagen del que conversaba eran más parecidas a un gif que a una pésima novela venezolana. Por lo mismo, a la segunda o tercera reunión la brillante y tecnológica idea fue descartada para siempre.
Pero eso no es lo que pasará ahora. Por el contrario, todo indica que el teletrabajo, el encierro total o parcial y las reuniones virtuales se quedaron para siempre.
Y en esta marcha blanca, tarde o temprano todos habremos salido fortalecidos. Desde los niños que en su encierro han empezado a descubrir habilidades que en otras condiciones quizás nunca habrían descubierto, hasta sus abuelos, que hoy ya son capaces de compartir videos, hacer gifs, bajar videos de internet e incluso desarrollar habilidades, recetas y manualidades que no supieron que poseían en sus ochenta años de existencia.
Together at Home, el alabado y criticado show on line de TV que unió a todo el mundo por la causa del Covid19, no es nada más que la réplica de lo que fue la Teletón en Chile unas semanas antes y de los cientos o miles de conciertos online que realizan cada día artistas de todas las culturas, edades y tendencias a través de Instagram o Facebook o Tik Tok.
Resistiré en todos los idiomas y otras canciones que hablaban de esta situación casualmente y sin que se lo propusieran, han sido masificadas y replicadas millones de veces en todo el mundo.
Karaoke en familia, clases de Yoga y de Gimnasia, Recetas culinarias, tutoriales para pintar, esculpir, tejer, hacer bricollage y hasta asados y carretes a distancia se suman a las tareas e informes de los empleados públicos y privados. Nunca el computador casero y el Smartphone habían sido tan indispensables en la vida diaria.
Impresoras digitales construyendo mascarillas, marcas de automóviles construyendo respiradores artificiales, compañías cerveceras fabricando alcohol gel, la robótica y la inteligencia artificial reemplazando a los seres humanos.
No es esta la más inesperada y adelantada marcha blanca de lo que será el futuro, o más bien, el presente de la humanidad?
Acostúmbrate, ya estamos en el futuro. Quizás nunca más tendrás que bañarte ni ponerte desodorante todos los días, y si lo prefieres sólo tendrás que vestirte de la cintura para arriba.
Por Jaime Atria / Ilustración Roberto del Real