Hoy, el storytelling ya no es una moda en sí; nunca lo ha sido, siempre ha estado presente en nuestras vidas, pero así como todo concepto tiene su auge, van surgiendo otros conceptos asociados que tratan de invalidar o modificar lo anterior.
Es así como del storytelling (contar una historia) se pasó al storydoing (Hacer Historia), planteando que es necesario pasar del decir al hacer. Luego, apareció el concepto del Storyliving (Vivir o Sentir la Historia), que hace que a través de una historia tengamos sensaciones únicas a través de experiencias de la vida de cada uno de los consumidores. Sea cual sea la tendencia y el concepto, lo más importante sigue siendo “la Historia en sí” (Story).
Las personas se conectan con aquellas marcas que vayan acorde a su filosofía de vida, no sólo en la esencia de una marca propiamente tal, por eso una gran historia es fundamental para que estas no solamente se propaguen, sino que se transformen en marcas que nos acompañen día a día en nuestras vidas.
Una marca que hace feliz a una persona no necesita invertir millones de pesos en campañas de publicidad para difundir su mensaje, porque esa misma persona será quien la dará a conocer sin esperar algo a cambio. No hay mejor publicidad que un cliente contento, por eso, las marcas deben comprender que si uno hace felices a las personas, ellas siempre nos darán algo a cambio. Pero para saber qué es lo que las hace feliz, primero hay que observar su comportamiento y el de su entorno, saber qué busca o quiere, una tarea difícil de realizar porque hoy todo el mundo miente. Podemos saber que dice o que piensa una persona, pero lo que jamás podremos saber es lo que siente.
Ya en los 50 del siglo pasado, el psicólogo y experto en marketing, Ernest Dichter, considerado el padre de la investigación motivacional, aplicó las técnicas psicoanalíticas de Sigmund Freud en los consumidores y sus hábitos de compra. Dichter nos planteó que existen tres supuestos principales de los cuales tenemos que desconfiar: la gente dice la verdad sobre sus gustos; la gente es racional cuando compra; la gente sabe lo que quiere. Hoy debemos entender el nuevo marketing como una relación emocional y no una relación financiera. Debemos transformar los datos en historia, tratar a las personas delicadamente porque sólo unas pocas palabras bondadosas nos pueden ayudar a que nos abran su mente y su corazón.
Para lograr ese resultado, las marcas debe usar la empatía como herramienta de profundización y conocimiento del consumidor. No se trata de comprender sólo a una persona, sino de usar un pensamiento holístico y comprender “el todo” dando paso a las emociones. El psicólogo Daniel Goleman plantea que el 90% de un mensaje emocional es no verbal, por eso es fundamental usar nuestra observación profunda para conocer a una persona. Sólo así podremos saber qué historia nos ayudará a conectarnos emocionalmente con los consumidores y así ayudarnos a que nuestras marcas sean amadas, haciéndonos parte de sus vidas y nos recomienden desinteresadamente, porque cuando tenemos una gran historia no necesitamos marketing.
Claudio Seguel Ramos / Consultora Brandstory / www.brandstory.cl